KM 27 – Estación Diadema

Cualquiera que haya vivido en Diadema entre su fundación en el año 1921 y fines de la década de 1970, tiene indefectiblemente en sus recuerdos al ferrocarril. Ya sea como medio transporte, trabajo o simplemente paisaje; los rieles, los coches y sus ocasionales pasajeros dieron vida a numerosas historias de vida y anécdotas.


En algunas reuniones y conversaciones con vecinos han surgido algunas de las siguientes preguntas: ¿Que fue primero el ferrocarril o el barrio de Diadema? ¿Porque le llaman al barrio KM27? ¿Qué tuvo que ver la Shell con la construcción del ferrocarril? ¿Se utilizaba para carga o pasajeros? Espero que en este artículo puedan encontrar alguna de las respuestas…

En la búsqueda de información acerca de estas preguntas me topé gracias a un familiar con un libro, que pareció más que un libro un tesoro en cuanto a su contenido. El libro es de Alejandro Aguado y se llama “Aventuras Sobre Rieles Patagónicos”. En sus dos ediciones cuenta la historia del ramal Comodoro Rivadavia-Sarmiento (Chubut) a través de relatos, testimonios, documentación, fotografías e ilustraciones que realmente tienen la capacidad de transportar al lector a esa maravillosa época.

En la actualidad el rastro mejor conservado del ferrocarril es la estación denominada “Diadema Argentina” en alusión de la compañía petrolera que operó en el lugar. Esta ubicada en diagonal a la Iglesia Santa Barbara cruzando la ruta 39. En su momento era también denominada KM27, ya que esa era la distancia sobre rieles a Comodoro Rivadavia.

Un dato curioso es que el ferrocarril fue construido mucho antes (1910-1914) de la creación del barrio Diadema (1921), de hecho en 1914 se inauguró el ramal Comodoro Rivadavia-Sarmiento contando con las estaciones de Comodoro Rivadavia, Talleres, Escalante, Pampa del Castillo, Holdich, Cañadón Lagarto, Valle Hermoso, Parada KM164, Colhué Huapi y Colonia Sarmiento. En los años posteriores se sumaron las estaciones de Diadema Argentina, KM96, KM117 y otros apeaderos.

trazaferrocarril

 

Un viaje en el tren

Durante su funcionamiento los trenes sirvieron para el transporte de carga desde el valle de Sarmiento hacia los puertos de Comodoro Rivadavia, llevando entre otras cosas, petróleo, lana y producción agrícola.
También servía como medio de transporte de pasajeros. Justamente el familiar que me acercó al libro de Aguado tuvo la maravillosa experiencia de ser viajera de este ferrocarril y me contó lo siguiente:

“Cuando era chica veníamos de Colgué Huapi, cerquita de Sarmiento hasta Comodoro. Cada viaje necesitaba ser programado, era proyectado y nos preparábamos el día anterior para viajar. Generalmente viajábamos con mi papá. Era para nosotros casi como es ahora ir a Buenos Aires en avión, porque había que organizar todo. Primero en qué ibas de la casa a la estación, generalmente en sulki. Después preparar el bolsito con lo necesario para el viaje y la estadía. Después para mí, que en ese entonces tendría 10 años era todo una fiesta, todo un acontecimiento. Cuando íbamos en el trayecto, mi padre me compraba unos sandwich de miga o algo similar y también una BILZ para tomar. Eran cosas que sólo consumíamos en el tren, no era habitual para nosotros. El viaje tardaba, yo no recuerdo cuanto pero eran varias horas. Después crecí y en la época del secundario, ya viviendo en Comodoro íbamos en la Autovía a Pampa del Castillo en las vacaciones de verano. Iba con mis compañeras y en el tren no dejaban llevar animales. Nosotras subíamos con un perrito y un gatito, cada uno metido en una canasta para que el guarda no los viera. Siempre con el temor de que nos descubran y nos bajen en medio del campo, aunque nadie nos decía nada; era como una complicidad de todos. Era re divertido! Durante el viaje se miraba mucho por la ventana, mucho paisaje, algún que otro animal y casi nunca se veían personas. En la época de primavera se veían muchas florecitas amarillas, sobre todo en Valle Hermoso y lo que ahora es Cerro Dragón.
El que tenía un relato más importante de la autovía era papá, como que la autovía era algo que atravesaba todo y conectaba con la ciudad. Ellos (mi abuelo, mi papá y sus hermanos) sentían el deber o la obligación de ayudar a que la autovía pase, a que llegue a su destino. Cuando nevaba mucho, estando en Pampa del Castillo, estaban atentos a ayudar y con algunos peones, caballos y palas salían en auxilio a liberar las vías. Veían el humo de la autovía y se sentían socialmente responsables de que el tren pudiera pasar. Salían a la intemperie en una actitud solidaria.”

Los rastros del ferrocarril

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